Tras unas cuantas semanas bajo el estado de alarma, seguimos en casa.
Pasaron las primeras semanas ante el estupor y la incertidumbre de la nueva situación.
Pasó la Semana Santa, periodo que, cada año, reúne a muchos isareños en sus calles, aprovechando las vacaciones y que el invierno cede el paso a la primavera. Pero este año, esos días transcurrieron en silencio, como uno más, sin los paseos, ni las procesiones del domingo de Ramos, ni los Pasos, ni el Vía Crucis, ni la fiesta de Resurrección, ni las tertulias ni los vermús.
Y en unos días llegará el 3 de mayo, y la festividad de la Cruz. Pero este año transcurrirá sin su celebración. Los mozos llevaban tiempo preparando un programa de fiestas que finalmente no se podrá cumplir.
Y mientras tanto, seguimos en casa. Responsablemente, con el fin de que la pandemia acabe remitiendo con el menor impacto posible, con el deseo de volver a una cierta normalidad, donde sobren las mascarillas, los guantes y las distancias.
Cuando esto pase, ¡que no falte nadie!
